jueves, 15 de octubre de 2020

¡POR FIN ES LUNES!

A veces uno se siente agobiado por la tarea de reinventarse, de volver a aprender una y otra vez. Dejar el barco velero de lo acomodaticio -con todo su drama y belleza, pero que pronto conduce al adiós de estar en primera línea- por subirse a la lancha de la Innovación. De cosas que uno aún no domina a pesar de llevar taitantos años hollando esta tierra y luchando por generaciones que vedrían. Y ahora, coger de nuevo el petate, cambiar esa apariencia venerable por la de un simple grumete...

te paso el relevo
que me canso.

El blog es para poner actividades o todo lo relacionado o de interés para el alumno. Ya sea por estar en el entorno o por su interés cultural internacional
etc

viernes, 17 de enero de 2020

Un poco de Música

   Quisiéramos que apreciarais esta hermosa Sonata del Compositor español Mateo Albéniz.


   Una de las pocas obras musicales de Piano Sólo, circunscritas a la transición del s. XIX al XX que aún se estudia en los Conservatorios Oficiales de Música... y que, esperemos, se siga estudiando en años futuros.



Según información extraída de Wikipedia... _que aun siendo más o menos exacta, proporciona ideas para ir "tirando" del hilo...

   Mateo (Antonio) Pérez de Albéniz (Logroño, 21 de noviembre de 1755 — San Sebastián, 23 de junio de 1831) fue un compositor y teórico español.
Fue maestro de capilla y organista en San Sebastián y Logroño y de 1800 a 1829 ocupó el mismo puesto en Santa María del Coro de San Sebastián, la capital guipuzcoana. Fue el padre del también compositor Pedro Albéniz pero no tiene ninguna relación conocida con el célebre pianista y compositor Isaac Albéniz.
Fue autor, sobre todo, de música religiosa; sus misas, vísperas, villancicos y oficios de difuntos fueron muy conocidas en el norte de España mientras vivía, aunque después fueron olvidadas. Su obra más destacada es una Sonata para teclado, publicada por Joaquín Nin en 1925 que es muy conocida, tanto su versión para piano como en las variadas transcripciones que se han hecho, y que muestra cierta influencia de Haydn y Domenico Scarlatti con un toque español.
En 1802 publicó en San Sebastián el tratado Instrucción metódica, especulativa y práctica para enseñar a cantar y tañer la música moderna y antigua.

jueves, 27 de junio de 2019

Fragmento de Crónica del Alba, por D. Ramón J. Sénder


No se le ocurrió a mi padre preguntarme si yo sabía montar o no. Nadie aprende a montar en mi tierra. Se supone que cuando hay un caballo y una distancia larga, el menos experto se convierte en un jinete. Yo me sentía del todo seguro en mi montura. Cuando el caballo trotaba, el mismo movimiento del animal me obligaba a levantarme un poco de la silla y volver a sentarme cada dos pasos. Aquello era «montar a la inglesa», según decían los chicos. La cosa no podía ser más fácil. El galope era más cómodo que el trote. Ni yo me extrañé de mi habilidad, ni se extrañó mi padre. Por el camino, mi padre fue hablándome de don Hermógenes, a quien yo había visto sólo una vez y por quien sentía amistad y simpatía. Era un hombre alto y ancho, todo huesos y sonreía fácilmente. La cara de don Hermógenes era juanetuda y tostada. Las córneas blancas de sus ojos se confundían a veces con las pupilas grises, según como venía la luz. Y aquel hombre tenía la inocencia y el candor de un niño. En un hombre tan grande y de apariencia tan masculina, aquel candor chocaba un poco. Mi padre lo tomaba a broma. Quería burlarse de él, pero como don Hermógenes se burlaba de sí mismo, con frecuencia las bromas de mi padre se quedaban cortas como flechas con viento contrario. A mí me gustaba don Hermógenes, y veía algo importante y noble a través de su ruidosa inocencia. La única vez que hablé con él me trató de igual a igual a pesar de mi corta edad. Y eso nunca lo olvida un niño. Tenía, aquel hombre tan grande, una voz engolada y alta.